Ruido de Magia

Un hombre del que se ha hablado mucho, un artista al que cuesta entrarle con nuestros oídos seteados en música mucho más digerible, un testimonio de que no todo tiempo pasado habrá sido mejor, pero que duele saber que difícilmente la cultura popular vuelva a cumplir con la definición individual de cada palabra: cultura y popular.

Hablar de Luis Alberto Spinetta no es fácil. Pero Sergio Marchi, el gran biógrafo del rock local, lo hizo de nuevo con una supremacía que abruma a los colegas. Ruido de Magia (Planeta, 2019) es lo que anuncia en tapa: una biografía definitiva.

Y además es una ventana a universo en el más amplio sentido de la palabra aplicado a una vida humana: la galaxia artística con sistemas solares dedicados a cada proyecto spinetteano, la galaxia con el backstage de cada proyecto, la galaxia con el baúl de la historia de los ancestros de un hombre –¿Cuánto de lo que hacemos o dejamos de hacer es influenciado inconscientemente por lo hecho por personas que vivieron antes que nuestros padres?–, la galaxia de los hijos, la de los nietos, la de los grandes amores. En un universo spinetteano hay lugar para todo, y como la vida de un hombre es la suma de sus ángeles y sus demonios, Marchi no le escapa a la insalubre tarea de relatar el lado más oscuro de Spinetta con una maestría que esquiva cualquier golpe bajo. Sí, incluso a la hora de contar el desenlace con detalles que sólo los más íntimos pudieron conocer.

Antes que nada, cabe aclarar que no soy parcial: admiro profundamente la maestría de la redacción de Marchi. De hecho, es en su prosa uno de esos lugares donde puedo reconocer influencias. Desde su debut en librerías de la mano de Charly García –No digas nada, Sudamericana, 1997– que he devorado cada uno de sus trabajos. He leído más de una vez cada una de sus obras y sigo sin entender cómo hace para que uno no sienta que está leyendo una biografía, sino que es testigo de la vida de una persona a la que no conoce. La linea argumental, el guión, rompe con el esquema tradicional de una biografía en pos de generar clima: la idea es conocer al sujeto y, estando de acuerdo con él o no, llegar a comprender sus acciones.

Para Ruido de Magia, Marchi contó con la colaboración del propio universo spinetteano: no sólo prestaron testimonio –y fotos, y anécdotas, y manuscritos (¡Una composición de Luis en la secundaria en una hoja de carpeta!)– sino que ayudaron a construir una historia desconocida mientras reconstruían sus propias historias.

«En más de cien entrevistas nadie me habló mal de él», sostiene Marchi en el inicio del libro y agrega que «no ha sido un santo, pero sí un hombre con una calidad humana superior» y que «ha sido cabrón, cómico, irónico, cálido, tozudo, iluminado, humilde, neurótico, bondadoso, inseguro, loco, sensato, puesto y repuesto, autocrítico hasta la exageración, etéreo y terrenal, físico y astral, generoso y justo».

Sin embargo, a título personal de quien estas líneas escribe, la puerta de entrada fue abierta al mencionar que Spinetta «con la ética del tano laburador, heredada de sus ancestros, erigió una obra artística gigantesca (…) nunca le dio cuartel a la mediocridad y fue el soldado más valiente de esa batalla que aún hoy continúa (…) se negó a la repetición, a la fórmula y al facilismo. No la hizo simple, ni para él. Rechazó el oro, mantuvo a raya a la fama y derritió a los merecedores de sus afectos con abrazos inolvidables».

Marchi se dio a la tarea de reconstruir la vida de un tipo raro: Spinetta nunca fue masivo. Sin embargo, al igual que su imagen, no hay forma de que pase desapercibido. Quizá fue su mayor logro: que la falta de masividad no lo moviera de su lugar de calidad.

Que el libro inicie con el primer show de Spinetta a los 4 años en un trolebús a upa de su padre Luis Santiago, es una invitación. Que una página después ya esté el testimonio de Cristina Bustamante y la composición del primer clásico, es cargarle aeronafta a un libro. Cristina es la Muchacha de los ojos de papel. Y cuenta cómo Luis Alberto compuso esa canción.

Las historias son inacabables y van surtiendo efecto: el libro es atrapante, hecho con ganas, con muchas ganas. Y parece que eso contagió a los entrevistados porque las anécdotas que van surgiendo son inconmensurables, como cuando Spinetta grita «sacá ese ruido de mierda» a su amigo Raúl Bottazzi, quien conducía una camioneta por California. El ruido de mierda era Pescado Rabioso. Y eso lleva a una explicación del propio Spinetta: «No te olvides que para la mayoría de los productores y sobre todo lde los cretinos de este mundo, es como que desde Pescado hasta acá no hice nada.»

Marchi cuenta con un recurso invalorable además de los cien testigos. Marchi cuenta con la palabra del sujeto de estudio. No sólo tuvo la oportunidad de entrevistarlo en diversas oportunidades –el aporte de Spinetta a El rock perdido (Sudamericana, 2005) es sublime– sino que el autor aprovechó para esta oportunidad una larga, larguísima entrevista que le realizara a Luis Alberto y que nunca fuera publicada más que una mínima parte.

Decía que la historia ancestral es una galaxia dentro del universo de un hombre. Muchas de nuestras actitudes están marcadas, inconscientemente, por terrores o anhelos que no sabemos de dónde vienen, que nos fueron transmitidas sin saber cómo. Buena parte de conocernos a nosotros mismos radica en conocer la historia de nuestros ancestros. Y en Ruido de magia está eso, también, con una reconstrucción familiar spinetteana que se remonta a la llegada de Julio Spinetta al puerto de Buenos Aires, proveniente del puerto de Génova, en la segunda mitad del siglo XIX. Y están los ancestros violentos, los artistas, los mecánicos y los choferes, las criadas y los burreros, y los temores a las tormentas, a las moles de cemento y a los ruidos de trenes. Y también aparece la familia materna, procedente de Pamplona, con un abuelo gallego que era músico profesional, pianista y guitarrista. Y prosiguen las historias bellas y las aterradoras. Realmente aterradoras.

Las influencias son todo para un artista, pero al tratarse de Spinetta las influencias van desde lo artístico hasta la forma de ver la vida. Sólo así puede sostenerse las discusiones que el mismo Luis recuerda haber tenido con sus tíos para defender a Piazzolla y su modernidad sobre lo establecido. En una casas tanguera, saber que un hombre puede perfeccionarse y ser atacado por los conservadores, es toda una escuela. La escuela da lugar a las primeras composiciones poéticas y prosaicas, a los dibujos extraños –una afición de Spinetta a lo largo de su vida, un regalo manual para sus afectos– al «laboratorio» montado en la casa familiar donde Almendra –y luego Pescado– ensayaban.

Para comprender la velocidad de Spinetta habría que hacer un paralelismo con el otro correcaminos del rock nacional. En un mundo en el que estamos acostumbrados a que diez años en la vida de un artista musical implique dos o tres discos con idéntico sonido, cabe recordar que entre Vida de Sui Generis y Clicks Modernos de Charly solista, pasaron diez años. Y que en esos diez años estuvo todo Sui Generis –con su evolución– Porsuigieco, La Máquina de hacer Pájaros, una mudanza a Brasil, todo Serú Girán –y su evolución– y Yendo de la Cama al Living. La vida de Charly siempre se movio a la velocidad de la luz. Su ídolo, uno de los pocos seres humanos que han podido recibir esa calificación de boca del gigante del piano, es Spinetta. Para cuando Sui Generis lograba la masividad con su segundo disco, Spinetta ya estaba sumergido en Invisible, con Pescado Rabioso en el pasado y Almendra en la prehistoria.

Las casi 700 páginas de la biografía –generoso, Marchi– se devoran. Lo magistral de la prosa: si está bien escrito, uno no puede parar y pide más al monstruo de las hojas. Así se van entrelazando amistades impensadas –hello, Guillermo Vilas–, anécdotas insólitas –las apuestas de Ohanián respecto al retorno de Almendra merecen un documental–, historias extrasensoriales y sobrenaturales, y pinturas que hacen que uno no pueda creer que tanto arte junto pudo convivir en un mismo espacio sin que el universo colapsara: ¿Sabía usted que Serú Girán grabó Bicicleta en el mismo estudio al mismo tiempo que Spinetta Jade hacia lo propio?

Y obviamente el hombre que no quería ser Dios: «No tengo la culpa pero, en parte, el iniciador del asunto fui yo, de haber creado una mentalidad. Yo me inventené una línea artística, un estilo que siempre se caracterizó por una no transa y por la puesta a punto de un mecanismo exuberante de creación… Fanáticos. Lo que mas odio es haber creado fanáticos cuando yo nunca he sido fanático en mi obra. Eso es doloroso. Y creo que yo generé parte del fanatismo que llevó a un grupo de gente a chiflar aun tipo como Charly.»

El aspecto familiar es tierno. Lejos de sentirnos voyeurs de una vida ajena, la historia nos lleva a ser parte de un padre joven que no registra lo que se viene, una familia numerosa, una pareja que se separa y se recompone, un padre que discute con su hijo por el largo del pelo y su hijo le recuerda que se vestía con ropa de mina en Pescado, una hija que es fanática de Charly García, la compra de una casa para tener donde hacer base ante la inminente llegada de un nieto, la lucha plantada a la enfermedad y el recuerdo de su último show, sólo para la familia, en su última Navidad.

Amo las biografías. Pero este libro es otra cosa. Es más que eso.

Spinetta – Ruido de Magia
Biografía oficial
Autor: Sergio Marchi
Editorial: Planeta
685 páginas.

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