Argentina en Guerra en un disco para ver

Charly García

Alguna noche fría de algún día de marzo de 2023 en alguna isla del Atlántico Sur. A mi derecha, la ciudad. A mi izquierda, la bahía con una luna llena que encandila con su espejo marino. No llevo auriculares puestos, pero en mi cabeza comienzan a sonar unas notas en Do menor. ¿Es en modo frigio? ¿Es una combinación de estilos y escalas? Intentaba adivinar lo inentendible –el método de composición de un maestro pianista de conservatorio– cuando en mi reproductor mental entran las primeras palabras: «Vuela un jet hacia el sur». Les juro que  en un parpadeo vi pasar un Mirage surcando un cielo tan limpio que podrían verse las estrellas de otras galaxias.

No sé cómo les pasará a ustedes, pero algunas canciones, por más viejas que sean en mi historial, terminan por configurarse en referencia geográfica. Aunque no la escuche realmente en ese momento, en mi cabeza suena. Sólo pensar en el Soho londinense de día para que en mi cabeza comience a sonar Sunny Afternoon de The Kinks. O al revés: una canción me lleva a lugares. Y desde aquella noche plateada al regreso de un pub con dardos, pool y abundante cerveza roja, una canción me recordará la imagen de una luna que se derrite sobre el agua. Una canción desesperada en una postal que mejora la vida de quien es bendecido con poder presenciarla.

Bebé

El 12 de agosto de 1982 ocurrió en la Argentina un evento más de esos que ocurrían no por milagro, sino por abandono. Yo tenía unos siete meses de vida, así que no me enteré. Aquel día se estrenó la película Pubis Angelical. Dirigida por Raúl de la Torre, la cinta es la adaptación de la novela homónima de Manuel Puig que, en 1979, había sido publicada con un notable flujo de ventas.

La película tendría que haberse estrenado varios meses antes, pero… Por poner un contexto, cabe recordar que, por aquellos años, cualquier estreno debía obtener fecha de aprobación del Ente de Calificación, un engendro de censura a tal nivel que muchas películas estrenadas por aquel entonces carecieron de sentido para el público argentino hasta que pudieron verlas completas años después.

Pubis Angelical, el libro, tiene una trama que puede resultar confusa. Una paciente psiquiátrica, saltos temporales pasados, presentes y futuros. La película le iba en saga. En ambos casos, se abordaba –muy al pasar– algo totalmente impensado: el peronismo y la subversión. Pero como todo lo que tuviera que ver con la censura de aquellos años, no fue este el problema para estrenarla, sino el título. Nadie había leído el libro, solo incomodaba la palabra “Pubis”. O quizá molestaba que alguien dijera que le resultaba angelical algún tipo de pubis. Vaya a saber uno qué tipo de experiencias negativas habían tenido los censores.

La música de la película le fue encargada a Charly García, todavía miembro de Serú Girán. No es un compilado de canciones, sino una composición de climas para complementar escenas visuales. Así, las pistas tienen sonidos antiguos, modernos –para los parámetros de 1982– y futuristas. Pero no había estreno.

En esas grabaciones podrán encontrar la primera vez que Fabi Cantilo canta en un disco de Charly. Y también una perla musical que lo acompañará siempre: la melodía de Transatlántico Art Decò se repetirá con minúsculos cambios en pasajes de Kill My Mother, El día que apagaron la luz y, muy adrede, en el intermezzo de Influencia. Tiene sentido. Influencia salió en 2002, veinte años después. Y ya sabemos que los artistas argentinos solo reciben homenajes si se los hacen ellos mismos.

En 1982 seguía la preocupación por el estreno de Pubis. De hecho era tema en algunos diarios la pregunta de cuándo se estrenaría la película, hasta que todo cambió en la agenda pública de los medios. Primero un 30 de marzo, con una huelga general y su subsecuente represión. Segundo, con un evento ocurrido el 2 de abril.

Nací en 1982. En enero, para ser más exactos. No hay forma de que pueda recordar absolutamente nada de lo ocurrido por aquellos meses y, sin embargo, tengo recuerdos implantados gracias a que, casualmente, fue un año crucial y de mierda. Algunos registran los años en anales legislativos, otros en anuarios de noticias. Yo los registro con discos, libros y películas. Pero, fundamentalmente, con discos. Con el lanzamiento de un disco. Con el impacto de ese disco en ese año que siempre podrá ser explicado por el contexto. Ahí, al intentar entender el contexto, es que surge la información que quiero conocer.

Mientras yo aprendía qué era eso de vivir fuera de una bolsa de líquido amniótico y placenta, Serú Girán se desmembraba. Pedro Aznar había conseguido su beca en Berkeley y sus cintas enviadas a Pat Metheny habían convencido a éste de incorporar al bajista argentino.

Pareciera que grabar en solitario una banda de sonido despertó un bichito en Charly. Yendo de la Cama al Living fue registrado en agosto de 1982, mientras Raúl de la Torre conseguía finalmente el estreno de su película para la carnicería de la crítica hacia Alfredo Alcón, China Zorrilla, Graciela Borges y Pepe Soriano.

¿Cuánto demoró la grabación de otro disco? Poco y nada, basta con saber que, si sumamos la mezcla, tenemos un álbum que salió a la venta el 28 de octubre de ese mismo año, menos de tres meses después de que Charly pisara los estudios ION y Panda. El resultado es historia pura.

Documental en tiempo real

No existe registro audiovisual, ni argentino ni internacional, que pueda plasmar el sentimiento ciudadano de aquel 1982 como Yendo de la Cama al Living. Es un disco que puede verse, que puede vivirse. Incluso es una afrenta que no haya sido homenajeado cuando cumplió 40 años en 2022, junto con los 40 años de la Guerra de Malvinas.

El hastío del inicio, con una batería absolutamente monótona que marca el paso lento de alguien abombado que deambula por su casa, dan el pie a una armonía en tonos menores, lúgubres, y una voz cínica que comienza a hablarnos. “Podés pasear en limousine, cortar las flores del jardín, podés cambiar el sol y esconderte si no quieres verme”. Y así, mientras el actor que canta cambia su tono hasta el dramático “y no tienes un poquito de amor para dar”, entra nuevamente el hastío, esta vez graficado en un “yendo de la cama al living sientes el encierro”.

El documental de García avanza un paso y da inicio a una melodía de cajita musical, tocada en las octavas más agudas del piano. En Superhéroes, García apela al extravío colectivo frente a lo que ocurre en el país y lanza su primer dardo a la propaganda y el papel desempeñado por los medios de comunicación de aquel entonces al disparar “vas procurando informaciones en unas cajas de metal, estás comprando el mundo en un bazar mirando superhéroes”.

Si Pubis Angelical se convirtió en la primera novela y película en mencionar algo parecido a las Madres de Plaza de Mayo, García las plasmaría en su documento de época con una sutileza solo apta para lectores: “Veo a las sirvientas en la plaza vestidas para enamorar, viviendo cien años de soledad”. Automáticamente, nos comenta que “no pasa nada, nadie pasa, solo una banda militar desafinando el tiempo y el compás”. Ah, esas alegorías. Tras esta descripción, entra el estribillo más feliz que pudiera conseguirse. “Y entonces mírame a mí tratando que se muevan esos pies”.

Casi todos con quienes hablé sobre los primeros meses tras la guerra, comentaron lo mismo: el sentimiento de bronca por la derrota dio paso a una total falta de ganas de cualquier cosa. Las calles, al menos en mi barrio, quedaban vacías luego del horario laboral y las compras cotidianas. No había eventos sociales, apenas se celebraban cumpleaños con reuniones breves y forzadas.

Y si bien García siempre fue el maestro del ocultamiento de las palabras o frases que podrían implicar la censura, la siguiente escena del documental patea el tablero desde el título. No bombardeen Buenos Aires es, quizá, la canción más sarcástica, ácida y crítica que se haya escrito en la historia del rock en castellano. Es una carcajada agresiva hacia todo aquel que no haya visto la realidad de una guerra imposible de ganar.

Solo escuchar el inicio con una voz impostada que vocifera un “Comunicado número… Estamos ganando, seguimos ganando”, nos da una patada en la mandíbula. El tono socarrón del resto de la letra da un panorama de lo peor que podría haber sucedido: las ganas del ciudadano promedio de creer en lo que quiere creer.

La canción da un montón de pistas. “Si querés escucharé a la BBC, aunque quieras que lo hagamos de noche” es algo que hacían muchos: sintonizar la BBC gracias a la onda corta para saber qué decían en la otra trinchera. Muchos años después, García dirá en una entrevista que “el problema de los argentinos es que no saben inglés”. Las referencias a esconderse para escuchar a The Clash gracias a la prohibición de toda música en inglés es solo una pincelada sutil frente a la paliza que viene luego: “Estoy temiendo al rubio ahora, no sé a quién temeré después. Terror y desconfianza por los juegos, por los tranzas, por los canas, por las panzas, por las ansias, por las rancias cunas de poder”.

Y así, mientras pide que, al menos, no bombardeen Barrio Norte, García denuncia que “los ghurkas siguen avanzando”, pero que también “los jefes de los chicos toman whisky con los ricos mientras los obreros hacen masa en la Plaza como aquella vez”.

El sarcasmo se detiene con el ruido de una bomba. El tono del disco se vuelve denso, oscuro. Una voz casi susurrada afirma que «la cósmica cintura es el folklórico ataúd de un DC-10 que se hace estrellas contra el suelo”. La imagen es tan real que hasta se escucha en colores.

“Hoy estoy como un jet, perdido entre las nubes sin señales para ver a dónde estoy… pero mi corazón no es ciego” es el preludio para lo peor que le puede pasar a un sujeto: sentirse solo en su percepción de las cosas. Charly nos permite por primera vez en el disco saber qué pasaba por su cabeza. Eran tiempos de adiós a Serú Girán y de temor por el futuro. ¿Contexto? Posguerra y caída de una dictadura.

Luego de cuestionar a los nostálgicos, vuelve a disparar contra lo ridículo de la prohibición de la música en inglés, pero con un componente lapidario: “Escuché a los Beatles y me fui a buscar la soledad… Y vos también estabas verde”. Los Beatles son la banda británica más amada por los argentinos. ¿A quién le dice Charly “vos también te comiste este verso, vos también te vestiste de militar”? A todos y a nadie en particular. Un retrato de época.

El punto más bajo, más depresivo del disco deja paso a lo que sigue cuando se toca fondo. O sea: decir qué no queremos más, mientras averiguamos qué sí queremos.

Y es que Yendo de la Cama al living tiene un orden de canciones que marcan todo el período normal frente a la conmoción: la situación previa, la falta de conexión con la realidad, lo exultante del evento, la depresión del resultado, la negación a seguir en esa situación, la esperanza de lo que se desea.

“Yo no quiero volverme tan loco, yo no quiero vestirme de rojo, yo no quiero morir en el mundo hoy, yo no quiero ya verte tan triste, yo no quiero saber lo que hiciste, yo no quiero esa pena en mi corazón”. Estas palabras habían sido escritas por Charly unos años antes. La canción sonaba en modo urgente durante los recitales de Serú Girán, en tiempos en los que todavía Videla salía con su familia y perros en la sección celebrities de las revistas.

En el contexto de posguerra y con una sociedad que comienza a hacer el balance final de la dictadura, la canción tomó otro color. No sólo bajó mil cambios el ritmo, también dividió el tempo entre las estrofas y el estribillo. Las estrofas son reflexiones, una conversación con un otro al que le dice que no quiere “sembrar la anarquía” ni «vivir como digan», que está “buscando el placer de estar vivo”.

Los estribillos duplican el tiempo y se convierten en un video con steadycam por las calles de Palermo. ”Escucho el beat de un tambor entre la desolación de una radio en una calle desierta, están las puertas cerradas y las ventanas también ¿no será que nuestra gente está muerta?”. Luego vuelven las reflexiones y lo que no quiere. Y con él somos varios los que no queremos. Es una canción con tantas alusiones a la naturaleza humana que permite que se la pueda extraer del disco, quitarle la fecha de 1982 y aplicarla a cualquier contexto posterior, sin importar el año.

Tras la erupción de furia llega el plantazo de que no hay vuelta atrás en Canción de dos por tres. Charly, firme, canta un vals en el que “todos podemos perder, todos podemos ganar”. Dos por tres también es el ritmo de los valses. Detalles exquisitos. Luego de plantear las dudas, la paranoia y la falta de ganas para todo, hace una declaración de cambio de generación: “Ya no quiero vivir así, repitiendo las agonías del pasado con los hermanos de mi niñez. Es muy duro sobrevivir y aunque el tiempo ya nos ha vuelto desconfiados, tenemos algo para decir: no es la misma canción de dos por tres, las cosas ya no son como las ves”.

Y no lo fueron. Luego de 40 años en los que la Argentina había tenido doce presidentes militares y solo tres civiles, ocurrió algo que no tendría vuelta atrás.

Quizá por eso sea mejor no homenajearlo. Colocarlo en la temporalidad de 1982 rompería el relato de que estábamos aislados de información.

¿Cómo sigue el duelo? Ah, sí. Los amigos que vienen a divertirse. Pedro Aznar, el perdido que abandonó Serú Girán y disparó la carrera solista de sus compañeros de banda, ingresa al estudio junto a Luis Alberto Spinetta. A improvisar. Peluca Telefónica es una canción absolutamente sin sentido, en la que cada cual dice lo que quiere mientras las risas son imposibles de contener. Sin embargo, entre las improvisaciones se cuelan frases demenciales que deben haber arrancado una sonrisa a más de uno: «Cortenlá. déjennos vivir en paz, sáquenla, sáquenla un poquito».

La canción final del disco, el cierre de la obra, también es una canción que sonaba en vivo con Serú Girán pero no había sido grabada hasta entonces. Es una escena soleada, un día de paz tras el temporal en el que García le habla a su hijo para dormirlo y se pone a reflexionar sobre todo lo ocurrido y qué se puede sacar de la tragedia, además de la intrascendencia de todo lo bueno y lo malo en el contexto de la eternidad.

“Nace una flor, todos los días sale el sol” da inicio a una letra icónica sobre la libertad, con acordes mayores, alegres. “De vez en cuando escuchás aquella voz” es una frase que debería dar pie a otro texto. ¿Qué es una “voz como de Pan”? ¿Acaso García se refiere al dios griego de los rebaños y que a su vez era músico? Si fuera un sí –y todo parece indicar que un «sí» rotundo– la canción entra en otra dimensión.

La “voz de Pan” se encuentra “gustosa de cantar en los aleros de la mente”. Todo un rasgo complicado, dado que Pan también es el dios del que tomaron el nombre para la palabra “pánico”. El dios del amanecer y del atardecer pero que desata su furia si se lo molesta y hace que el rebaño huya sin sentido. En pánico.

Aquí, todo parece ser apacible pero, “a la vez existe un transformador que se consume lo mejor que tenés, te tira atrás, te pide más y más… y llega un punto en que no querés”. Molestaron a Pan. Charly, entonces, recita el mantra, el deseo a su pequeño hijo tras demasiados años de violencia, muerte y guerra: “mama la libertad, siempre la llevarás dentro del corazón”. Incluso pone un paño frío sobre las vicisitudes de la vida al recordar que “te pueden corromper, te puedes olvidar, pero ella siempre está”.

Charly comienza un lento final del disco que no es en fade out. Este es un disco para ver. Nos encontramos al lado de una cuna con un padre que le susurra a su niño “buenas noches, dulces sueños”, mientras la cámara se eleva.

Inconsciente colectivo se convirtió en un himno a la libertad. También es un hermoso cierre en el que, al mejor estilo musical, desfilan todos los personajes de la obra: la letanía de estar abajo, la paranoia, la desesperanza, las ganas de no estar mal y el deseo de estar bien, que no es lo mismo.

Decía que nací en 1982. El tiempo tiende a torcer los recuerdos y por eso es que resultan tan importantes los documentos. Y podrán decir lo que quieran décadas después, pero aún hoy me resulta increíble que uno de los más grandes clásicos de la historia de la música en español sea un pedido de paz social desde el hartazgo, un contrato social desde la felicidad, una apología al “no me jodan más” y una promesa de que, aún en los momentos más oscuros, hay un derecho natural que nunca, pero nunca nadie puede quitarnos porque está dentro nuestro: la libertad.

Gracias por haber leído.

Avisos para el consumidor:

Se puede conseguir en su formato original Pubis Angelical / Yendo de la Cama al Living en discos compactos en cualquier disquería.

En cuanto al formato en vinilo, les deseo suerte si encuentran la versión original de 1982 para poder contar con los dos álbumes. Yo la conseguí hace más de diez años en un estado inmaculado. Tuve suerte.

La reedición de Sony Music no solo no está remasterizada sino que, como si fuera una falta de respeto total hacia la obra, el contexto y la historia desarrollada, decidió sacar solo Yendo de la Cama al Living. Pubis Angelical, el disparador del hartazgo, nunca existió.

Por suerte, en las plataformas de streaming podrán escuchar los dos discos completos.

 

Ficha técnica:

Willy Iturri, batería en No bombardeen Buenos Aires, Yo no quiero volverme tan loco, Peluca Telefónica e Inconsciente colectivo.
Pedro Aznar: bajo y voz en Peluca Telefónica
Luis Alberto Spinetta: guitarra y voz en Peluca Telefónica.
León Gieco: voz en Yo no quiero volverme tan loco
Nito Mestre: voz en Superhéroes
Charly García: todo lo demás en todas las pistas.

Fotografías: Andy Cherniavsky

Grabación y masterización: Estudios ION y Panda

 

Para colaborar, solo de onda:

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¿Qué son los cafecitos? Aquí lo explico. 

 

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