Hay canciones que cambian el ánimo de cualquiera. Y hay artistas que hacen de la fiesta un trabajo serio, muy a pesar del purista musical. Puristas entre los que solía, estúpidamente, incluirme hasta que me di cuenta que un placer no tenía por qué ser secreto.
En estos tiempos, esos sommeliers del buen gusto ya son –somos– personas grandes. Podríamos ser los padres de los chicos que hoy la rompen y de sus seguidores. Bueno, de hecho lo somos.
Miranda! se auto celebró y, en esa fiesta poli artística, terminaron por ser colocados en el lugar que les corresponde: uno de los fenómenos más importantes de la historia de la música popular argentina. Y, por lejos, el más longevo y sin interrupciones en vigencia. Y qué vigencia.
Pero sumemos algo más al combo: levantaron la bandera de una revolución cultural silenciosa que no vimos venir y que atravesó a –ya– más de una generación.
A fines de 2002 me acerqué a un festival de música electrónica que hacían cerca de casa a beneficio del Hospital Muñiz. La entrada era una ganga y el evento oficiaba de delirio para alguien acostumbrado al ambiente rockerito de Obras, Cemento, bares y microestadios. Físicamente: el Parque de la Ciudad. Lejos de ser lo que se convirtió para cuando tocó Blur en 2012, esa zona era algo con la que nadie sabía bien qué hacer. Los del barrio usábamos sus estacionamientos para aprender a manejar y no mucho más. Pero mierda que era tentador un lugar para hacer cualquiera de esas cosas que hacemos a los 20 años sin la necesidad de tomar tres bondis para llegar a algún lugar.
Estaba muy de moda la música electrónica, Leo García rotaba en las principales grillas para el horror de las radios especializadas, Babasónicos se volvía mainstream y Gustavo Cerati dedicaba más tiempo de producción a los samplers que a las guitarras en Siempre es Hoy. De todos modos, el festival fue demasiado para mí. Hasta que a la medianoche apareció Miranda! Pensé que eran de algún otro país o algo así. Lejos de suponer que tenían un disco, busqué algo en Ares y llegué a “Es Mentira”. Joven, si tienes menos de 30 años, pregúntale a algún tío o hermano mayor sobre qué era Ares.
Otra cosa que pueden preguntar es por el suplementto Sí! de Clarín, el lugar al que acudíamos para ver quién tocaba y dónde. En una misma noche podríamos tener que elegir entre la Bersuit, Los Piojos, Charly, Divididos, los Baba y la enorme cartelera de bandas under. Allí, en la encuesta de fin de año realizada entre todos los músicos de la primera liga argentina, Imán salió mejor tema nuevo. Y Gustavo Cerati entregó su voto de mejor banda nueva a Miranda!
Luego no les presté mayor atención hasta que en 2004 irrumpieron en todos lados y a toda hora. La movida de Sin Restricciones la viví por las radios y punto. Yo ya estaba en otra sintonía personal y no me enteré que fueron discos de platino en toda América, una marca que solo habían batido otros dos fenómenos argentinos: Soda Stereo y Los Fabulosos Cadillacs. Pero fue simpático el debate que se dio en la Rock and Pop cuando en una conferencia de prensa le preguntaron a Gustavo Cerati cuál era la mejor banda del momento. Y sí: dijo Miranda! Te la regalo. Gustavo sostuvo su creencia con una participación estelar en uno de los recitales que los chicos dieron en el ND/Ateneo.
Romance juvenil
Quizá sea un buen momento para hablar de a qué me refiero con revolución cultural. Confesarse oyente de Miranda era dar pie para ser tildado de gay. Como si quedara margen para el «¿y qué»?, la acusación tenía que ser de forma despectiva. Hablamos de una época en la que las relaciones no convencionales no eran algo aceptado ni tolerado. Hablamos de una época en la que el chiste más fácil era sobre la homosexualidad estereotipadísima. En la tevé argentina se hacían chistes con “la guitarra de Lolo” en un juego de palabras con «trolo». Los años pasaron y hoy vemos con horror como era divertido para las masas ver a un señor cortarle la pollerita a una chica delante de las cámaras, o una performance casi explícita delante de nenes. Polémico, pero bien heterosexual. Como Dios y la Patria lo demandan.
Un poco siempre fue así. O sea: Sui Generis era de chetos. O de minitas. Serú Girán era de chetos. O de minitas. Virus era de chetos y, seguramente, de putos. Soda Stereo era de chetos y de sexualidad dudosa. Que fuera música «de minitas» también era una acusación hacia la poca masculinidad del oyente, claro. A Ale Sergi no se le perdonaba su look andrógino en un país que amaba el bigote milico de Freddie Mercury. Sergi es un artista que concibe la obra musical como una pintura en la que la actuación, la escena y el vestuario forman parte de un todo. Y es un todo que forjó generaciones.
Ese es el principal motivo por el cual hoy los artistas jóvenes hicieron cola y se codearon para formar parte de Hotel Miranda. María Becerra tenía dos años cuando salió el primer disco de Miranda! y tan solo siete cuando se publicó Perfecta, la canción que ahora reversiona. ¿Dillom? Un año menos. Lali Espósito no había terminado la primaria cuando Yo Te Diré comenzó a rotar por las radios y a figurar en cada página de My Space. Emilia Mernes participa de Uno los Dos. Estaba en segundo grado de la escuela primaria cuando sus estrofas comenzaron a cantar sobre discos compilados en medio de una ruptura.
El sonido pop y las vestimentas de los Miranda! fueron un llamado de atención a toda una generación de preadolescentes y adolescentes en tiempos en los que el mundo había cambiado tal como lo conocíamos tras Cromañón. Pero detrás de esas melodías bellas, también hicieron lo suyo las letras en las que casi nunca se menciona el género, en las que las voces de Sergi y Juliana Gatttas se superponen sin saber nunca si se habla de una relación tradicional, o no.
Si se perdieron aquellos años, busquen la tapa y contratapa de En Vivo Sin Restricciones. Verán a los músicos mezclados con el público, todos sentados en las butacas del teatro, sin que se los pueda diferenciar. Una generación que miraba a las personas por sobre la ropa que usaban eran retratados con sus ídolos. Y eso se agradeció.
La conexión con la juventud es un ida y vuelta y se nota no solo en los invitados de Hotel Miranda como disco. El productor de más de la mitad de las canciones es EVLAY, el productor de WOS y que ya trabajó con Ca7riel, Bizarrap, Louta, Nicki Nicole y siguen las firmas. Y todavía no cumplió 30 años.
No lo digas
Ya que hablamos de otros tiempos, cuando Cristian Castro reventaba estadios, ganaba el Condor de Plata año tras año en Viña del Mar y la rompía con Azul, en Intrusos hicieron un programa entero sobre “el tatuaje de pene” que lucía en su espalda el mexicano más porteño del planeta. Es el logo de Tool, su banda de heavy metal favorita.
Pasaron un par de décadas, YouTube se pobló de profesores de canto y especialistas vocales que intentan explicar las cualidades sobrenaturales de la garganta de Castro, y la noticia de los mismos programas fue que el cantante quedó en boxer en el escenario de ¡¡Un show de Miranda!! Después nos preguntamos por qué no existe siquiera la posibilidad de una nueva movida contracultural.
Para 2007 los Miranda! llenaban el Estadio Azteca, tocaban después de Robbie Williams, teloneaban a Cerati, pero en el ambiente tradicional seguían siendo los putitos. Pero si todos tienen un antes y después, yo, en lo particular, creo que fue la aparición en la tele de Lalola. La serie andrógina merecía una melodía como la gente y pusieron de cortina Hola del flamante El Disco de Tu Corazón. O sea: los millennials tenían a Miranda! en el radar; la tele se los presentó al resto.
Cerati los había bendecido hacía tiempo, la reunión homenaje de Virus tuvo a Ale Sergi en el mismo listado de invitados que Adrián Dárgelos y fueron abrazados por la producción de Cachorro López, productor de la hostia y el fenomenal bajista de Los Abuelos de la Nada.
Los Miranda! siempre disfrutaron de esa falta de encasillamiento. Si lo electrónico no es rock, no sé en qué pensó Johnny Cash al versionar Personal Jesus de Depeche Mode. Y si a Ale Sergi lo acusaban de homosexual, nunca lo vivió como un insulto. Y ahí estaba otro de los factores revolucionarios que hicieron que sigan por siempre vigentes: Miranda! te acepta como sos, sin importar qué sos.
La crítica no iba de la mano del acompañamiento del público. Nada novedoso desde que alguien dijo que Eiti Leda era un delirio de voces homosexuales. Los años cambiaron pero no las mañas. Pero también ocurrió un fenómeno en la historia del rock nacional que, quizá, generó cierto resentimiento. Se los resumo en un juego: mencionen una sola agrupación musical surgida en el siglo XXI en la Argentina que aún siga vigente sin ningún impasse. Una. De hecho, casi todas las que aún estaban en primera línea hasta hace una década, habían surgido en el siglo anterior.
Por si fuera poco, la cultura pop de Miranda! es total. Para ellos no había nada despreciable en cantar con Los Pimpinella. Todo lo contrario, se los veía como nenes en Navidad sobre el escenario. ¿Un EP con canciones de telenovelas? Venga. Nada hay que temer en un grupo que parece una criatura surgida de la manipulación de los genes de Prince, New Order, Alaska –sobre todo en su etapa de Dinarama– y Martha Minujín junto con todos los delirantes del Di Tella.
Nada es igual
Por si fuera poco se resetean y reversionan sus propias canciones de acuerdo a la nueva encarnación que encaren. En 2009 editaron Es imposible! y mostraron un costado muchísimo más rockero, con instrumentos analógicos al frente y baterías con bombos en negras. El disco en vivo que le siguió muestra una versión de Enamorada influenciada por The Killers que les quedó tan cómoda que pareció haber sido compuesta de ese modo. Una forma de gritar que la música buena no reconoce de ritmos, algo en lo que insisten de forma natural, sea con Lo que Siento por Ti, digna canción de The Ronettes, o sus colaboraciones con Emmanuel Horvelieur, Chano Charpentier, Julieta Venegas o Agapornis.
Y así como la puesta en escena de los shows de Es Imposible! acompañó el nuevo sonido con abundancia de cueros, correas y puestas en escena que hicieron aplaudir a Ester Díaz, para Magistral, el siguiente disco, los escenarios se convirtieron en boliches ochentosos.
Pero hay algo que siempre hay que remarcar: los fans. El vínculo de Miranda! con su público merecería un libro aparte. Porque todo el show novelero kitsch del escenario se desarma sobre una humildad de agradecimiento eterna que va desde chicos de pueblos que viajan en la combi con ellos para no quedar varados, hasta lo que vi con mis propios ojos: Ale Sergi baja de un avión a las 6 de la mañana y se toma el tiempo necesario para sacarse todas las fotos que hagan falta con la gente que lo reconoce. Y ni que hablar de todos las veces que tomó el celular de alguien del público para filmar desde el escenario y luego devolverlo.
Una perla: ese recital del Gran Rex de 2009 que mencioné arriba tuvo sentada entre butacas a una chica llamada Ludovica Morell. Solo dos años después era la baterista del siguiente disco en vivo, esta vez en el Luna Park, y desde entonces lleva el groove de la banda más bailable que hayan dado Las Pampas.
Me incluyo entre los que disimulamos demasiado que nos gustaba. No creo que haya argentino vivo que no conozca al menos una canción de Miranda! que le guste o le caiga bien. Durante muchos años fueron el guilty pleasure de quienes sentíamos que debíamos mantener la apariencia de chicos de rock, de esos que gastábamos el jean con una piedra para garantizar el look de que no nos importaba la apariencia.
A la distancia
Existe algo muy, pero muy molesto de la cultura de este lado del planeta: la falta de reconocimiento y homenajes. El concierto de Spinetta y sus bandas eternas fue autogestionado. A ningún genio discográfico se le cruzó la posibilidad. Eso sí, hoy la levantan en pala con el resultado. La larga lista de conciertos de Charly García en la que repasó toda su carrera surgió del propio Charly y culminó en un box set que hoy es un objeto de culto. ¿Tenían que ser Ale Sergi y Juliana Gattas los que dijeran “che, ya van más de veinte años de marcar la cancha”?
En tiempos en los que los vinilos volvieron a llenar las bateas, practicamente no se consigue ninguno de la banda. En 2009 salió una edición limitadísima de Es Imposible!, en 2014 una de Safari y recién con el boom del vinilo se publicaron con normalidad Fuerte y Souvenir. ¿A nadie se le cruza por la cabeza reeditar todo? ¿Acaso no ven siquiera el negocio?
Allí fueron ellos mismos con un concepto tan revolucionario que hasta Spotify tuvo que cambiar su formato: el Hotel Miranda no tuvo “canciones no disponibles” sino “Habitaciones reservadas”, a la espera de que terminaran las mezclas de las colaboraciones de Emmanuel Horvellieur, Juan Ingaramo y Andrés Calamaro.
Al igual que Cristian Castro, Andrés merece un párrafo aparte. Tenía 18 años cuando tocaba en simultáneo en la banda solista de Charly García en estadios y en Los Abuelos de la Nada. Sus discos solistas de los ochentas no le dieron de comer, se fue a España con lo puesto –literalmente– y ni siquiera supo de las mieles del éxito hasta el tercer disco de Los Rodríguez. Para el nuevo milenio, su voracidad artística suplementada de modo tóxico lo sacó de la cancha por un lustro. Pensó que lo habían olvidado. Hoy llena estadios. Quizá sea el autor de la colección de letras de despecho más abundante del rock nacional y también supo ser el destinatario de descalificaciones por clase social o sexualidad.
Escucharlo cantar Tu Misterioso Alguien pone la piel de gallina. Ver a los Miranda! firmes como si se entonara el himno mientras Calamaro le pone drama kitsch a una canción que prácticamente, se apropió, emociona por vía doble: el respeto a los que la remaron antes en la ruptura de cualquier prejuicio musical y el reconocimiento a los que vinieron después.
Por último, y a título personal, hay un detalle despectivo que nunca se me pasó y que volvió al darme cuenta que no sonó Imán en el Hotel, aunque el cierre con Romix alcanzó y sobró como abrazo y beso para todos los que bancaron la parada desde el primer disco. Me refiero a un espécimen que considero un sordo selectivo. Un comentarista supuestamente melómano de radios especializadas. Una crítica muy puntual hacia el propio Sergi: “se cree Prince”. De golpe Prince no es de gay, sino algo criticable en quien lo imite. Si, Sergi es un fan declarado de Prince. Convengamos que tampoco hay que ser un genio para darse cuenta.
¿Qué fue lo que me hacía ruido? Que Prince fue la principal influencia silenciada del rock nacional de finales de los ochenta y la primera mitad de los noventa. Lo podemos encontrar en casi todo Tercer Mundo de Fito Páez y en buena parte de El Amor después del Amor. Charly no lo negó nunca, pero nadie lo registró cuando lo citó como influencia sonora para algunas de sus perlas de Parte de la Religión y casi todo el lado B de Cómo Conseguir Chicas, con su punto máximo en la triada Anhedonia, Suicida, Fantasy. Ah, esa manía selectiva por la sexualidad.
Probablemente los fans más jóvenes de Miranda!, esos que hoy son la generación de artistas en consagración que llenaron las habitaciones del Hotel de reversiones, nunca repararon en el detalle de la aceptación. Crecieron con un grupo que lo tenía incorporado. Es natural. Y es hermoso que así sea. Sin altanería, sin otras armas que la música y la falta de prejuicios, los Miranda! comandaron una cruzada tan paciente como impiadosa. Dale, pongamos cinco canciones al azar y decime si no movés la patita con ninguna.
Pasan los años y no los convierten en un grupo de nostalgia. El Gran Rex devenido en Hotel Miranda mostró a un montón de gente que ya pasamos los cuarenta con hijos, sobrinos y, obviamente, con chicos que fueron por sus propios medios. ¿El look? El que te pinte, que Miranda no hace recitales: organiza fiestas en las que todos están invitados para que la pasen tan bien como los propios anfitriones en una constelación de revolución musical, cultural, sonora, visual, sexual e intergeneracional. Y absolutamente vigente.
Gracias por haber leído.